Sé lo que es levantarse sin querer hacerlo, sé lo que es llorar y llorar hasta agotar todas tus lágrimas sin poder evitarlo, sé lo que es sentirse una mierda, mirarse al espejo y odiarse, sé lo que es sentirse sola, sé lo que es sentirse cohibida y no poder encontrar una salida, sé lo que es ver que todo va mal, que todo sale mal, sé lo que es pensar que no le importas a nadie, que nadie te quiere. Lo sé, lo sé… porque lo he vivido durante mucho tiempo y la vida no mejora una vez lo aceptas, se hace más dura y dolorosa.
Es difícil reconocer que eres infeliz, completamente infeliz, que nada te completa ni te llena, que nada es de color de rosa, que no quieres crecer y los demás se empeñan en que debes hacerlo, es difícil continuar cuando sientes que las fuerzas se han ido. Pero lo he aceptado, lo he asumido y en gran parte lo he superado.
He aceptado que no todo el mundo va a estar dispuesto a dar lo mismo que tu, que las personas cambiamos y no podemos evitarlos, que los vínculos se rompen y no se pueden recuperar, sobre todo he aceptado que si tú no te quieres nadie lo va a hacer por ti.
Dicen que el dolor es más ameno en compañía y tienen razón. No es porque la compañía te quite el dolor sino porque la compañía logra evadirte de algo presente que te hace daño, porque te apoya, te escucha y te ayuda aunque sea solo haciéndote reír un rato, porque lo creamos o no las personas hemos nacido para estar con otras personas y necesitamos una mano amiga en momentos de desesperación.
Quiero que sepas que no estás sola, que no todas las personas han nacido para ser felices y preocuparse de sí mismos, que hay personas que se interesan por la felicidad de los demás casi más que por la suya propia, y que en los momentos de desesperación lo mejor es gritar. Estoy aquí para sacarte de donde otros me sacaron a mí.

Siempre hay un faro que alumbre a los barcos perdidos.